Amor de mis amores que gano con decir que cambiaste mi desgraciada suerte?

Se han unido nuestras bocas, pequeñas, purpúreas, exactamente del mismo color bermejo. Casi se confunden ambas. Rígidas están en el silencio creador del beso soñado, tan espopntáneo como solicitado tan frecuentemente. Ahora hemos hecho un relampagueante río de húmeda carne que va y viene de unos a otros labios.



Me echo hacia atrás para verte mejor, tan cerca. Te cojo por la cintura con un brazo  y te estrecho de costado, con mi cara cuelta hacia ti. Luego te pongo la mano libre sobre el vientre.Se dibujan las ondulantes formas de tus preciosas piernas. Te veo toda en el gesto brual,  pero soberbio y dulce,k mientras te esculpía.

Mis palabras martillentes caen sobre ti, graves y jadeantes.
--  Allá entre los incontables jardines de esta costa de la Puesta de Sol, al Pie de la Cuesta, embriagado por elñ perfume de tu savia y de las flores, siento antojo de hunbdir nis dedos en la tierra OSCURA de tu tersa píel. Y la siento ardiente.Vagando de aquí para allá, solitario e impotente me figuraba tus formas exquisitamente curvilíneas y venteba la fragancia de tu carne. Tendía los brazos al espacio para tocar lo más posible, quemándome, tu sol.
}
---Yo sabía que me esperabas porque me amas--con una rmonía más dulce pero idénticamente profunda. Durante tu ausencia vivo por ti, en la música que nme da libertad y si tuviera otra vida la vivo también por ti...Durante tu asuencia te veía como si te tuviera delante. Y a menudo cuando un rayo de luiz de la aurora entraba en mi cuarto y llegaba hasta mí me imaginaba que me inmolaba a tu amor a través de ese raito de luz y me parecía que estiraba mi cuello hacia el radiante sol de tu sexo...
 Y por la nopche muchas veces pensando en ti,,. admiraba mi cuerpo.
Sonrió temblando.

 Y yo repetía el mismo estribillo, casi con las mismas palñabras como si no supiera otras...Tenía un espíritu pueril y me perdía en la región de los profundo ojos negros tan grandes, donde yo veía el rostro de ti amada, como un blnaco cisne sobre el lago.

Y ella me escuchaba devotamente, entornada la boca, la cabeza echada ligeramjente hacia atrás.


Tu recuerdo turbaba mi melancolía pero me alegraba las horas solitarias...

Y no quería despertar, hasta que me ofreciste una taza de café caliente.

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