GUILLERMO PRIETO


- En un día como hoy, 10 de febrero, pero de 1818, en la ciudad de México, nace el ilustre poeta, hijo de José María Prieto Gamboa y Josefa Pradillo y Estañol, periodista, dramaturgo e historiador, político y maestro de maestros, de raigambre popular mexicana, Guillermo Prieto, a quien se atribuye la frase: "¡Alto, los valientes no asesinan!", pronunciada en defensa del presidente Benito Juárez anteponiéndose entre el patricio y los fusiles, en el momento en que lo estaban fusilando en Guadalajara. Muere el 2 de marzo. 1897, a los 79 años de edad de prolífica vida.
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GUILLERMO PRIETO
Voy a hablarles de un periodista honrado que lo fue todo: poeta, orador, maestro universitario, político, ministro de hacienda, parlamentario pero, sobre todo, ¡héroe!, un gran patriota.
Voy a reproducir la grandilocuente forma en que lo describían sus contemporáneos, con el peculiar lenguaje adornado de una retórica churrigueresca, propio de aquella época, a finales del Siglo XIX, así:
Guillermo Prieto domina la tribuna y es un grande orador popular. Su voz es sonora, conmovedora y simpática; arde en su alma el entusiasmo; su estilo es rico, florido, pintoresco y revela el instinto del ritmo armonioso; en su prosa se descubre la esencia de la poesía, a la que sólo falta su forma esencial, el verso; usa de esas espléndidas metáforas que son para el orador lo que es para el pintor el colorido y derrama a torrentes, en un lenguaje elegante y figurado, pensamientos elevados y siempre felices comparaciones; cautiva y a veces subyuga; un tropel de ideas asalta su imaginación ardiente y exuberante, las inicia, las mezcla en un vertiginoso poliorama y deja adivinar más de lo que dice; es todo inspiración, efusión y espontaneidad, y por esto es un improvisador brillante, arrebatador, eminente: no ha consultado tal vez el Diálogo del Orador Romano ni el tratado de Quintiliano ; desdeña los preceptos de la retórica clásica pero obtiene resultado de la elocuencia -- atrae y convence-- "pectus est quod disertos facit"; no obedece siempre a las leyes inflexibles de la lógica, pero tiene arranques de inspiración, de exaltación, de energía viril y de patriotismo que recuerdan a Demóstenes armando a los atenienses contra Filipo, a Cicerón anonadando a Verrés , a Pedro el Ermitaño y a San Cristianos a la defensa de los santos lugares; a Mirabeau salvando a Francia de una ignominiosa bancarrota.


Sí, así--o en forma parecida-- lo ponía un escritor contemporáneo de Guillermo Prieto.
Escuchen ahora al poeta, y veremos en términos extraños la concepción que tenían de Fidel como autor de versos:
"Estarán pendientes de sus labios de oro; la poesía es en él instintiva; en la oda se encumbra hasta las alturas excelsas del heroísmo y de la sublimidad; en el romance es tierno, soñador, apasionado; lagrimoso y sentimental en la elegía; ligero y risueño en el alegro ditirambo ; es a un tiempo nuestro Píndaro, nuestro Cátulo y nuestro Anacreonte , es el poeta del corazón como Metastasio , es dulce como Millevoye, extravagante como Ercilla , jocoso como Meléndez Valdés , e improvisa como Silvio Antoniano ; es, en fin, el primero de nuestros poetas líricos."
De esa peculiar y admirativa manera se expresaba allá por mayo de 1873 el conocido escritor Alfredo Bablot , en un "retrato parlamentario" que insertara en un periódico de la época. Y de la época es ese estilo conceptuoso y lleno de citas y de nombres con que se halla trazada la figura inolvidable del "Romancero", cuyos "San Lunes" se publicaron por primera vez en forma de libro debido a la iniciativa del laborioso historiador Nicolás Rangel , en 1923.
Cuando en marzo de 1897, se enlutaron las letras patrias al extinguirse para siempre la meritísima existencia de "Fidel", la voz de un reputado pendolista dijo lo siguiente:


"Acaba de apartarse de nuestro lado una de las figuras más genuinamente nacionales, una personalidad distinguida que viene a compendiar el carácter, el espíritu, el modo de ser de toda una época. Con Guillermo Prieto desaparece, en efecto, un pedazo de vida nacional, esa vida que, con sus vicios y sus virtudes, sus tristezas y sus glorias, sus entusiasmos y sus depresiones, ha animado y resumido la típica leyenda patria.
¿Quién no conoce en la república la historia de esta existencia? ¿Quién ignora los títulos que amparaban a Guillermo Prieto para ocupar un lugar predilecto en el corazón de los mexicanos? Rodeaba al ilustre anciano una como aureola formada por la gratitud y el cariño popular: Iba él de este modo protegido, a semejanza del héroe de Horacio, por una triple coraza de afectos, que la muerte ha, por fin, hecho pedazos".
A Guillermo Prieto, también se le llamó el "Tirteo de la Reforma y de la Intervención". Luego les digo lo que querían decir con eso de "Tirteo".

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